Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

lunes, 1 de enero de 2018

Comienza el primer día de un año que comienza contigo…

Di-brujo "Violeta" de José Luis Fariñas
Con estos versos de Vicente Feliú y el prólogo del disco-libro Los amores del Diablo quiero darte el abrazo primero de 2018.
Ya he ido contando en artículos anteriores los pasos iniciales de este libro disco, lo cual ha devenido en una pelota de nieve -ese puntico en la punta de una loma-, que desata la avalancha de amigos y duendes conspirando afiebrados; de tal manera que crece y crece un coro de vivos y muertos, sin distingo alguno, interactuando como si el tiempo se hubiera roto y todos estuviésemos en el mismo espacio vital creativo.
La poesía es la materia que se crea pero no se destruye, se transforma, para que continúe el Qujiote germinal deshaciendo entuertos por los siglos. 
Los mercaderes con sus poderes imperiales mediáticos globalizan la estupidez para amaestrarnos; por momentos pareciera que lo logran, que la implosión humana ha llegado y regresamos a las cavernas perdiendo las palabras, los sentidos, los sueños, el espíritu dador, el amor al otro; pero ahí está Martí, ahora mismo en la esquina, sentado en el contén esperando a que llegues para decirte-decirnos como sentencia eterna:
“¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara. La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombre la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida.
¿Adónde irá un pueblo de hombres que hayan perdido el hábito de pensar con fe en la significación y alcance de sus actos? Los mejores, los que unge la naturaleza con el sacro deseo de lo futuro, perderán, en un aniquilamiento doloroso y sordo, todo estímulo para sobrellevar las fealdades humanas; y la masa, lo vulgar, la gente de apetitos, los comunes, procrearán sin santidad hijos vacíos, elevarán a facultades esenciales las que deben servirles de meros instrumentos y aturdirán con el bullicio de una prosperidad siempre incompleta la aflicción irremediable del alma, que sólo se complace en lo bello y grandioso.”

Ahora mismo, en plena erupción creativa están “Los amores del Diablo” y esperamos bien pronto estar junto a ti, en un libro disco que quiere echar su suerte con los pobres de la tierra. 
Aquí va su Prólogo entrando al 18 (¿Brumario?)


Beatriz

Como en La Divina Comedia de Dante Alighieri, me encontraba en un lóbrego bosque, perdido de mí, ausente de ti. Una sombra de poeta emergió de pronto, entre la bruma de la puesta de sol, compulsándome a que cabalgara, desafiando tempestades, sobre un puñado de canciones. No me animaba, y fue entonces que la sombra de poeta se presentó como Virgilio y confesó ser un humilde enviado tuyo. Describió la belleza suprema sin hacer siquiera alusión a tu cuerpo —“limpia mirada y alma dadora” fueron los únicos detalles con que pintó tu aparición:  
“Yo soy Beatriz, la que te hace marchar; vengo de un sitio adonde deseo volver: amor me impele, y es el que me hace hablar.”
Así, la sombra de poeta, robada por tu voz, salió a cumplir su tarea. Viéndome algo incrédulo aún, me dictó tu sentencia: “Sólo deben temerse las cosas que pueden redundar en perjuicio de otros, pero no aquellas que no inspiran este temor”.
Ante tal espesura de tu espíritu no cabe el desaliento. Me has convertido en Dante, dispuesto a navegar por los más temibles mares infernales, con la esperanza de arribar al puerto de tu amor, mi Beatriz. Me aventuro, ebrio de gozo, desentrañando los enigmas de los círculos de esta era y de los laberintos del alma que me han traído hasta hoy. Nada ni nadie podrá detenerme. Me desato desde la contundencia de tu credo.
Transitaré por las mujeres que he amado entre sueños y dolores, con buenas acciones y hasta con los errores que he cometido, con tal de amanecer ante un suspiro tuyo. No tengo otra opción: ya estás en la canción que he desgarrado junto al mar con cada ser que se me ha ido. El alba gris que te engendró —como esbozada petición— me imanta al duende que no he sido. Canto entonces para merecerte…      
Porque con estas y con otras palabras,
quiero decir que no sos tan solo,
la querida muchacha que sos,
sino también las espléndidas o cautelosas mujeres
que quise o quiero
porque gracias a vos he descubierto
(dirás ya era hora
y con razón)
que el amor es una bahía linda y generosa
que se ilumina y se oscurece
según venga la vida
una bahía donde los barcos
llegan y se van
llegan con pájaros y augurios
y se van con sirenas y nubarrones
una bahía linda y generosa
donde los barcos llegan
y se van
pero vos
por favor
no te vayas.

Como en los versos de Mario Benedetti, creo que todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo; por ello sé que al final de ese viaje por mí, estarás tú como horizonte inalcanzable. Y qué importa que no llegue a tenerte, si me halas; si me haces exprimir los sueños, sacarle brillo a los versos con la remota aspiración de que el más osado alcance a rozarte.
¿Tu nombre? Sea cual sea, serás mi Beatriz. ¿Tu rostro? ¿Tu cuerpo? Como dice el poeta Oliverio Girondo:
No sé, me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible—
no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.

Sé que hay un rincón del universo en que palpitas. Me basta con que estés esgrimiendo ilusiones, dándole la cara a este tiempo que nos ha tocado, ayudando a despertar a los dormidos, diciéndome con Benedetti:
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
               no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
solo un rincón tranquilo.

Quiero amarte así, sin la evasión egoísta que nos dictan tantos patrones de consumo, sufriendo y alzando tu voz ante las guerras y miserias, las extinciones, exclusiones y contaminaciones.
Hemos llegado al lugar —me dijo Virgilio arribando al Limbo— donde te he dicho que verías a la dolorida gente, que ha perdido el bien de la inteligencia.  
Y así son estos días en que se ha globalizado la cultura de la incultura. Nos crean el espejismo con su slogan: “entretenimiento” (seudoarte fabricado con fórmulas para colgarnos de etiquetas y lentejuelas). Nos quieren descerebrados para que no abriguemos otras ambiciones que no sean tener y tener y tener, aunque nos olvidemos de ser, de abrazar, de crecer. Miras alrededor: las calles de este tiempo van a dar a una pecera, las manos ya no palpan, las miradas son de cera, la genta va adaptándose a nadar y hace maromas por entrar a las vidrieras. El nuevo dios: un maniquí dentro de un reino de Babel, donde el idioma universal es de papel; los peces se retractan de la mar, van a la iglesia a des-orar y en el altar dejan la piel.
Nos hacen creer que nos divertimos con telenovelas fatuas, revista de vanidades, cine efectista…y en realidad nos vamos enmoheciendo. Nos amoldan a la música rosa, plagada de frases gastadas que no dicen nada, o música agresiva, monorrítmica, en la que se dicen —más bien se espetan— “ideas” como de paleolítico inferior y hasta nos creemos que eso es rebeldía, que es el grito de los marginados, de los de abajo, cuando en realidad se trata de una manera de mantenernos amaestrados, conformes, dominados. Nos muestran una imagen con su mitología audiovisual para que agonicemos a gusto, creyéndonos que somos eso: almas primitivas, carentes de imaginación, de inteligencia. Y —para colmo— nos convencen de que eso es bueno, que nos “distingue”.
Nos hacen creer que pensar, ser cultos, es cosa de elitistas; que el arte auténtico es sinónimo de aristocracia, de ignorar a los pobres. Que la vida es sexo animal y emociones fuertes, “adrenalina” es el término de moda ahora.     
Nos imponen con sus poderes mediáticos la cultura del Limbo, círculo infernal en el que nos quieren tener para que no miremos los problemas de esta sociedad global atroz. Nos suplantan la verdadera cultura popular, con una apócrifa, populista. Nos inculcan la idea de que nos complacen con lo que nos anulan. Nos han construido un hábitat que es una feria de ilusiones en la que giramos sobre nuestro propio eje —proceso de robotización que se acelera en la medida en que el mundo real se deprime. De tal manera, muchos viven creyendo —en su nulidad— que son felices, y ni siquiera entienden por qué se asfixian y acuden —necesitan acudir—, a soluciones extremas de enajenación o violencia para ver si alcanzan a sentir algo (mínimo), pues llega el momento en que van como anestesiados, sin la menor sensibilidad para palpar la vida real. Nos podan la capacidad de alimentar el espíritu, de poetizar la existencia. Nos convierten en marionetas de un mundo cuyo credo es un jingle comercial: No hay que reír. No hay que llorar. Ni hay que decir ni que escuchar, ni maldecir ni que adorar, ni descubrir ni que inventar: ¡La vida viene hecha en una caja de cristal!
Para mi suerte estás ahí, susurrada por Silvio Rodríguez; con tu hechizo, animándome desde el amor comprometido, creador, despertante:
En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio
sordo del tiempo
gritan tus ojos.

Ay de estos días terribles
ay del nombre que lleven.
Ay de cuanto se marche,
ay de cuanto se quede.

Ay de todas las cosas
que hinchan este segundo.
Ay de estos días terribles,
asesinos del mundo. 

Ahora comprendo, mi Beatriz, la urgencia con que enviaste a Virgilio a empinarme: Tu emisario me lleva de la mano, me muestra las penas de esos que han muerto en vida, encerrados en el Limbo:
—Esta miserable suerte está reservada a las tristes almas que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperio: están confundidas entre el perverso coro de los ángeles que no fueron rebeldes ni fieles a Dios.
Penan por ensimismados, por falta de opinión, inocuos, incoloros.
Te quiero divertida y feliz, pero con hondura creativa. No será nuestro amor el de dos seres hechos el uno para el otro, sino el de dos seres que se funden ambos en uno para todos. No será el nuestro un romance light de telenovela hueca; no seremos para nada una pareja rosa, de esas que los días se tragan por implosión de la belleza pintada en spots comerciales. Dan pena los amantes de la ciudad de plástico de Rubén Blades:   
Era una pareja plástica
de esas que veo por ahí,
él pensado sólo en dinero,
ella en la moda en París.
Aparentando lo que no son,
viviendo en un mundo de pura ilusión,
diciendo a su hijo de cinco años:
“no juegues con niños de color extraño”
Ahogados en deudas para mantener
su status social de boda o “cóctel”.

Te quiero sin simulaciones, sin dobleces: natural y sencilla; esperando de mí, exigiendo de mí solo un sueño, una idea que te haga mejor. Entonces no tendré más remedio que ser, como dice Joan Manuel Serrat, sinceramente tuyo:     
Y no es prudente ir camuflado eternamente por ahí,
ni por estar junto a ti, ni para ir a ningún lado.
No me pidas que no piense en voz alta por mi bien,
ni que me suba a un taburete, si quieres probaré a crecer.

Se abren entonces las puertas de esta nueva aventura: Un disco-libro para que conversemos de amor. Salgo a buscarte en él, desnudándome, día a día, viendo la vida correr entre sombras de poetas y trovadores que me rondan como en algún que otro libro que un día fueron míos y hoy —sin que renuncie a una sola coma— me parecen escritos por otros.
Voy a irte a buscar
al instante preciso en que nuestros  rumbos
se unieron en la multitud.
 Voy a irte a buscar
 al tumulto de pasos de rostros, de voces y luz donde te perdí
 voy a volver, regresaré, ve tú también.

Ahora es Augusto Blanca quien me impulsa desde su guitarra como nuevo enviado tuyo. Así, verso a verso, se irán perdiendo los límites entre lo que pude haber creado y lo que he robado de otros… — ¿qué puede importarme un crédito o una acusación si tu alma baila feliz, se eleva…?   
Voy a buscarte allí, acampar para siempre en ti,
y esta ves no habrá fuerza posible
capaz de evitar este encuentro que presentí.

Gracias, mi Beatriz, por mandar a buscarme. Estás curando, al fin, la soledad de la herejía empecinada. No ofrezco más —no puedo ofrecer más— que dar y dar, al madrugar como un desastre en tu mirada. Trataré de cruzar hacia ti por los círculos del infierno, aun a sabiendas de que me faltará aval para alcanzar a verte en el paraíso. Por mucha noble acción que logre en esta travesía, ayudado por los versos que llueven desde las sombras de poetas, no creo que se quede abierto el filo de una puerta celestial por donde pueda infiltrarse alguien como yo, quien —para amarte— ha elegido un sobrenombre tan hereje como... El Diablo Ilustrado. 

"A mí vuelta sabré si me has querido, por la música útil y fina que hayas aprendido para entonces: música que exprese y sienta, no hueca y aparatosa: música en que se vea un pueblo, o todo un hombre, y hombre nuevo y superior." 
José Martí

1974. Canto Nº 1 (o El primer día)

Vicente Feliú

Comienza el primer día de un año que comienza contigo.
Un año es siempre un año y nunca es suficiente.
Y me besas a las doce y los amigos se abrazan
y algún hereje se acuesta temprano.

Ven a recorrer todo este día de punta a punta.
Ven a recorrerme el cuerpo, mis puertas, mis ventanas.*
Ven a recorrer mi poema de luz y fe
y ven a recorrer mi esperanza.

Comenzamos de pronto por mirarnos la risa
—la risa de tus calles, la risa de mis versos—
y luego te pido un beso, café y tu mano temprana
para sembrar la mañana de este día aquí, en mi pecho.

Ven a recorrer todo este día de punta a punta,
ven a recorrerme el cuerpo, mis puertas, mis ventanas,
ven a recorrer mi poema de luz y de fe 
y ven a recorrer mi esperanza, amor.

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