Fidel es un país

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____________Juan Gelman

lunes, 27 de noviembre de 2017

Armando Hart: Un hombre brillante, valiente, capaz, pero sobre todo, bueno


Por Paquita Armas

Claro que lloro por un hombre brillante, valiente, capaz, pero sobre todo bueno, que interpretó como pocos, esa sabia opinión fidelista “la cultura es lo primero que hay que salvar”.
Un buen y joven amigo me lo dijo: “no es oficial, pero se dice que Hart murió”. No lo pensé dos veces, llamé a su casa, quise hablar con Eloísa su esposa, amada, amante, compañera intelectual, mi amiga.  No pudo ponerse al teléfono, pero alguien me dijo que si llamaba por lo de Armando. Pregunté, sólo pregunté ¿es verdad? Y del otro lado me dijeron, “sí”.


La imagino transida de dolor, muchísimo más de lo que puedo estar yo y todos los que amamos la cultura.
Porque creo que si toda Cuba sentirá la muerte del ministro más joven de 1959, el que se encargó de la Educación y dirigir la campaña de alfabetización, la batalla cultural primera y trascendente que hizo la Revolución Cubana, los que trabajamos en la cultura lo perdemos también como el primer ministro de esa gama de saberes y haceres que tiene que ver con la vida espiritual de la nación.
Ya he contado “mi primer recuerdo de Hart no es el relacionado con el Caimán, sino de cuando cubrí como periodista del ¡Ahora! una reunión resumen, luego de una visita a la entonces región de Holguín.  Él era el primer secretario del Partido en la provincia de Oriente, antes que a mediados de los años setenta ese complejo territorio se multiplicara en cinco. Yo apenas tomé nota, me puse a escucharlo y todo me pareció tan lúcido que me preguntaba ¿por qué no se hacen así las cosas?
Entonces no había pasado una década de que (como alumna “abelardita”), estudiando en la Secundaria Básica José Martí, vanguardia nacional, una suerte de óvulo de lo que serían las vocacionales, estuve entre los que le dieron la bienvenida al Ministro de Educación, cargo que ocupó hasta el 1965 si no está mal la cronología que he encontrado.
Cuando en 1975, a raíz del Primer Congreso del PCC, fue nombrado Ministro de Cultura aplaudí la sabia decisión de poner al frente a aquella gigantesca institución a un hombre que unía sensibilidad, instrucción, historial revolucionario, y poder de decisión.
Hart desde la clandestinidad tenía toda la confianza de Fidel, por su sapiencia pero sobre todo por su honestidad. Casualmente siguió los pasos de su jefe a un año de que el CABALLO pasara a otra dimensión.
En más de una oportunidad he escrito que en momentos cuando en este país, por una inclinación de bandazo, se hablaba sólo de Marx, Engels y Lenin; Hart escribía y publicaba sobre el ideario martiano, y cuando cayó el campo socialista Hart escribió entonces, siempre que tenía tiempo, acerca de los clásicos del marxismo, porque para él no se trataba de propuestas ideológicas contrapuestas sino que se complementan.
De ese hombre de hablar pausado y con la zeta, aprendí a “leer” el movimiento de las ideas, creo que todo lo que ha escrito (y publicado) ha sido devorado por mis ojos y mi cerebro.
Fue en mi época de directora de El Caimán Barbudo que aprecié en carne propia el singular pensamiento de un hombre que en su despacho me decía “a nadie le gusta la crítica, pero tú hazla”. En una oportunidad se reunió con todos los saurios que entonces habitaban en la calle Paseo y hubo sus chispas, pero seguía siendo (siempre lo fue) el hombre respetuoso de la prensa.
Acunó y preparó a su sucesor en el Ministerio de Cultura, el escritor Abel Prieto, que como todos los hombres y las mujeres con vínculo con la cultura, lo admira. No olvido un encuentro, que organizó en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, al que asistió un grupo importante de intelectuales, uno de ellos dijo que Hart como ministro fue la mano que se tendió en un túnel y sacó uno a uno a artistas que habían padecido del quinquenio gris. Recuerdo a Pablo Armando Fernández, al que se le humedecieron esos ojos tan azules como nuestro cielo, cuando expresó que “Hart había sido la luz para desbrozar un camino sembrado con malas hierbas”.
Hart sufrió la muerte de sus hijos Celia y Abel en un accidente de tránsito, ya estaba dirigiendo la Oficina del Programa Martiano. En los últimos tiempos ha publicado solo, o con la Dra Carreras Varona, su esposa Eloisa, varios títulos. Ha merecido la orden José Martí, diferentes premios Honoris Causa y numerosas distinciones más, todas ganadas con creces.
La feria del libro del pasado año se le dedicó como un justo reconocimiento. Y bueno, claro que lloro por un hombre brillante, valiente, capaz, pero sobre todo bueno, que interpretó como pocos esa sabia opinión fidelista “la cultura es lo primero que hay que salvar”.

*Escrito para el sitio Cubasi

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