Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

jueves, 20 de agosto de 2015

Trío Matamoros: Santiago pa arrollá


Fue en una casa santiaguera, tal vez en un patio de frutales y casi seguro con un machito asándose en púa, y unos buenos tragos de Bacardí; la escena es un más o menos, pero la fecha sí es precisa: el 8 de mayo de 1925, pues era el cumpleaños 31 de Miguel Matamoros. Entre los amigos que fueron a celebrar estaba Rafael Cueto, que se trajo con él a otro músico con el que hacían trovadas de cuando en cuando; así, cuando calentó la fiestecita desenfundaron las guitarras (si es que fundas tenían) y se unieron en improvisado canto por vez primera; en aquel instante todos se darían cuenta –aunque sin prestarle demasiada importancia- que algo muy bueno estaba pasando… pero no sospechaban que asistían al nacimiento de una leyenda de la música cubana (por ende, universal) el Trío Matamoros.
Mamá, yo quiero saber
de dónde son los cantantes.
que lo encuentro muy galante
y los quiero conocer,
con sus trovas fascinantes
que me las quiero aprender.
Bastaría “Mamá, son de la loma” para inmortalizar a don Miguel Matamoros y su trío, es una pieza que ha recorrido el mundo como ícono del son cubano,  como un sello de identidad; sin embargo la lista de piezas antológicas es bien extensa, canciones que llegan a nuestros días frescas, como acabadas de hacer, poéticas, enigmáticas, con la gracia cubana (esa de lo que no solo son efecto, sino también causa).

La vecinita de enfrente
buenamente se ha fijado
como camina la gente
cuando sale del mercado.

La mujer de Antonio
Camina así...
Cuando sale de la plaza
Camina así...
Cuando trae la yuca
Camina así...
La mujer de Antonio
Camina así...
Sones como “El paralítico”, “La mujer de Antonio”, “El que siembra su maíz”, “Mamá son de la loma”, “Beso discreto”; boleros sones como “El trío y el ciclón”, “Lágrimas negras”, “Aprende” y “Sueño infeliz”; boleros como “Olvido”, “Reclamo místico”, “Juramento” “La cocainómana”, y “Dulce embeleso”; criollas y habaneras como “Mariposita de primavera” y “La noche triunfal”, compuestas por Miguel Matamoros, son solo algunas que muestran la riqueza y variedad de este creador que hizo también danzones, congas, rumbas, pasodobles, vals, tangos… es Matamoros uno de los hacedores de canciones realmente mágicas del cancionero popular cubano. 
Veinte años, en mi término, me encontraba paralítico,
y me dijo un hombre místico, que me extirpara el Trigémino.
bota la muleta y el bastón,  y podrás bailar el son,
pero bota la muleta y el bastón,  y podrás bailar el son.

Hace tiempo que vivía,  postergado en un sillón,
y hoy corro la población,  ¡negra!,  más rápido que un tranvía.

Pero bota la muleta y el bastón,  y podrás bailar el son,
bota la muleta y el bastón,  y podrás bailar el son.
En nuestras librerías se puede encontrar un libro cardinal sobre la obra de este trío medular de la música cubana: “Trío Matamoros: Treinta y cinco años de música popular cubana” de Ezequiel Rodríguez Domínguez. Se trata de un volumen que contiene una rigurosa biografía del trío, de sus integrantes, de la trayectoria, con apuntes cronológicos, anécdotas del trío, curiosidades acerca de ellos, notas de prensa, textos muchas de sus canciones, y un catálogo discográfico que recoge los datos de todo lo que grabaron. Contiene además una buena cantidad de fotos que incluye programas y carteles de presentaciones, partituras y recortes de prensa.  
¿De dónde serán?...
¿Serán de La Habana?
¿Serán de Santiago? Tierra soberana.
Son de la loma y cantan en llanos. 
Ya verás, tú verás.

Mamá, ellos son de la loma,
Mira, mamá, ellos cantan en llanos.
Mamá, son de la loma
Mira, mamá, ellos cantan en llanos.
Mamá, ellos son de la loma.
La música cubana tiene entre sus más grandes creadores –lo cual no es poco decir- al Trío Matamoros, una obra que merece estar expandida entre nuestro pueblo con muchísima más divulgación, obra de gran hondura poética, variedad musical, de un filosofar que lleva en sí el alma del pueblo santiaguero y nuestra nación. 
Ahora que los carnavales de Santiago fueron declarados Patrimonio cultural de la nación, pienso en varias congas del Trío que recogen la esencia de esa fiesta popular y el espíritu de su pueblo. 
¡Negra!, ¡oye, negra!, dame, negra,
pronto, negra, mi sombrero
y mi zapato colorá
que ya la conga va a pasar.

Aviva la conga. Pa arrollá 
¡Ay! Camina con la conga. Pa arrollá
Qué buena e la conga. Pa arrollá
Anda, pronto, negra. Pa arrollá
Qué buena e la conga. Pa arrollá
Conga, conga, conga. Pa arrollá
Que viene la conga. Pa arrollá
¡Ay! Camina con la conga. Pa arrollá
Parecen versos de Nicolás Guillén, sin escuchar la música ya se siente en este texto de Matamoros. Como una secuencia de una película, se siente venir la conga, el estado de ánimo que se exalta, el apuro por la fiesta que viene arrollando.
Negra, mira negra, como bailo,
como sudo, dame, negra, mi pañuelo
pa´limpiarme la petaña del sudor,
porque la conga me gutó.
Con el lenguaje de pueblo, Miguel capta ese momento magistralmente, leyendo uno ve ese momento, y qué decir si la música del trío, viene llevando la conga con sus guitarras:
Aviva la conga. Pa arrollá
Conga, conga, conga. Pa arrollá
Qué buena e la conga. Pa arrollá
Camina con la conga. Pa arrollá
El “cojo” en la conga. Pa arrollá
Hay gente en la conga. Pa arrollá
¡Ay! Camina con la conga. Pa arrollá
Tambora en la conga. Pa arrollá
El tiempo va transcurriendo en la pieza y uno, escuchando, se va metiendo en esa pequeña historia que parece estar viviendo con los elementos descriptivos que está sumando, “el cojo”, la cantidad de “gente”, “tambora”. El tiempo va pasando durante la pieza y Miguel nos transmite esa energía que se va agotando con el sudor, con la fuerza de la conga que nos lleva arrollando y arrollando, con la reiteración del coro. 
¡Negra!, ¡vamo, negra!, pronto, negra,
que me caigo, que me muero, 
vamo pronto pa la casa
que tu negro ta cansá
porque la conga me matá. 
Con gran sentido del humor, Matamoros nos ha llevado por una noche arrollando en los carnavales de Santiago de Cuba, ya el cuerpo no nos responde, y el fatigoso regreso, el dolor en los pies, el desinfle tras esa explosión espiritual, es trasmitido con genialidad mediante la letra -con un poder de síntesis y visualidad increíbles- y con la música que comienza a echar hacia atrás su tempo, cual si la conga se afuera apagando, y uno casi ve rayar el amanecer, y los rostros demacrados ya, el paso lento, y esa mezcla de satisfacción por la gran noche, y de pena, porque ya no se puede seguir, físicamente es imposible. 
Aviva la conga. Pa arrollá
Conga, conga, conga. Pa arrollá
Qué mala e la conga. Pa arrollá
depué de arrollá. Pa arrollá
¡Ay, mi negrita! Pa arrollá

Ya no pue ma. Pa arrollá
Toy roto ya… Pa arrollá
Toy debaratá. Pa arrollá
Yo me vua sentá. Pa arrollá
Tengo un deo reventá. Pa arrollá
¡Ay, mi negrita! Pa arrollá
Yo me vua sentá. Pa arrollá
Toy debaratá. Pa arrollá
Toy roto ya… Pa arrollá
Ya no pue ma… Toy roto ya… Pa arrollá
En otro artículo volveré sobre este libro, quiero dedicar este encuentro jiribillero en “Cantores” a los 500 años que celebra la ciudad de Santiago de Cuba, con una de las anécdotas de cuando comenzaba el trío Matamoros, y el texto de un sabroso son de amor a la mujer y la ciudad.      

¿Qué ocurre allí?


Miguel Matamoros estaba trabajando como chofer particular de un comerciante de Santiago de Cuba que se llamaba Bartolomé Rodríguez. Cuando el Trío fue contratado por la compañía Víctor para grabar en los Estados Unidos, Miguel solicitó una licencia por treinta días, que le fue concedida. Cumplido el contrato, el Trío regresó a Santiago y Matamoros se reintegró a su trabajo como chofer; igualmente se reincorporaron a sus respectivas ocupaciones, Siro Rodríguez y Rafael Cueto. 
Transcurridos más o menos noventa días de realizada la grabación, un buen día de 1928, mientras conducía Miguel el automóvil en el que iba su patrón, vieron una enorme cantidad de público frente al establecimiento La Dichosa, dedicada a la venta de efectos musicales. 
Picado por la curiosidad, el señor Rodríguez le preguntó a Matamoros:
-¿Qué ocurre allí?
A lo que Miguel le respondió:
-Lo ignoro.
-Llégate y mira a ver qué ocurre –le dijo el señor Rodríguez.
Así lo hizo Miguel, y una vez enterado, volvió al auto y le dijo: 
-Se trata de un nuevo disco que ha llegado a Cuba. 
-Pues, chico, cómprame uno –le pidió Rodríguez.
Compró el disco, y regresaron ambos a la casa de Rodríguez. Este le indicó a Matamoros que guardara el carro, ocasión que Miguel aprovechó para fregarlo. Estando en el garaje de la casa, el músico fue sorprendido escuchando el bolero titulado Olvido y la guaracha son El que siembra su maíz…, que el Trío había grabado en New Jersey. El señor Rodríguez escuchaba el disco que acababa de comprar. 
A Bartolomé Rodríguez le llamó la atención que en el disco se leyera por ambas caras: “Trío Matamoros” y “Obras de Miguel Matamoros”. Después de distintas conjeturas que se hizo, llamó a Miguel y le preguntó:
-¿Tiene usted algún familiar que sea compositor y que dirija un trío?
Matamoros le respondió:
-No, señor.
-Mire, Miguel, fíjese en este sello –le dice Rodríguez.
Matamoros sonrió, y como un niño travieso se dispuso a satisfacer la curiosidad de su patrón:
-¿Se acuerda usted cuando le pedí una licencia de treinta días? Pues bien, el motivo fue porque yo soy el director del Trío Matamoros, y la compañía Víctor nos contrató para hacer las grabaciones que usted ha escuchado. La efectuamos en New Jersey, y fue esa la razón por la que tuve que ausentarme de Cuba durante un mes. 
Repuesto de su sorpresa, Rodríguez felicitó a Matamoros por el éxito obtenido y le dijo:
-Mañana a primera hora véame, que tengo algo para usted.
A la mañana siguiente vio a su jefe, quien le entregó un sobre cerrado y le manifestó:
-No abra este sobre ahora; por su contenido se enterará usted de por qué deja de ser mi chofer desde a partir de este momento.
Como era natural, Matamoros se quedó perplejo ante la actitud que tomó su patrón, pero no dijo nada y se marchó. Una vez que leyó la carta, comprendió los motivos de la decisión del señor Rodríguez, quien en una parte de la misma decía: “…un artista de su calidad extraordinaria merece mejor destino, y no sería justo de mi parte tenerlo de chofer en mi casa.”
La carta contenía, además, cien pesos en efectivo como regalo.
Desde entonces, 1928, Miguel Matamoros, al igual que Siro y Cueto, se dedicaron exclusivamente al cultivo del arte.

Santiaguera

Autor: Miguel Matamoros

Siento por Santiago una pasión
que jamás podré aplacar,
porque allí dejé mi amor
y no la puedo consolar.
Santiaguera de mi amor, 
quiéreme solito a mí.
No me maltrates así,
que yo me muero de un dolor.

Santiaguera, quiéreme a mí.
A mí solito, quiéreme a mí,
que yo te quiero, quiéreme a mí, a mí.  

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