Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

miércoles, 21 de mayo de 2014

¿Somos desechables?

Una entrañable trovadora y amiga, Heidi Igualada, siempre atenta a la más honda poesía del ambiente, me pasó un texto de Eduardo Galeano, que comparto ahora con los amigos que acuden a este rincón diablesco. Hace un tiempito me lo habían comentado, y celebro muy especialmente que me llegue ahora pues confluyen algunos textos sobre este proceso cada vez más acelerado de deshumanización que nos impone la seudocultura consumista. 
Este sabio uruguayo, o más bien nuestroamericano, ironiza acerca de la sociedad de consumo y sus trampas descerebradoras; esa manera de convertirnos en seres desechables, incapaces de acumular espíritus, recuerdos, amores, o lo que es lo mismo, esa manera de robarnos la identidad, creándonos la adicción por el producto de último minuto, con un aguacero infinito de marcas y etiquetas, que nos cae en todo momento para sustituirnos el mundo real por esa feria de ilusiones insustanciales. Obsesionado por tener y tener te olvidas de ser; dejas de mirar a los lados, a los demás, a la naturaleza, a la vida, solo existes para ti —que ya no eres un ser solidario, ni siquiera persona, has pasado a la categoría de “consumidor”, un adicto más al compra y bota. Sálvate, salvando, hagamos una guerrilla espiritual por la humanidad.
  

Me caí del mundo y no sé por dónde se entra

Por Eduardo Galeano

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida. Es más
¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. Tiramos absolutamente todo. Ya no hay zapatero que remiende un zapato, ni colchonero que sacuda un colchón y lo deje como nuevo, ni afiladores por la calle para los cuchillos. De 'por ahí' vengo yo, de cuando todo eso existía y nada se tiraba.
Y no es que haya sido mejor, es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.
Hay que cambiar el auto cada 3 años porque si no, eres un arruinado. Aunque el coche esté en buen estado. Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.
Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma casa y el mismo nombre. Me educaron para guardar todo. Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso a las tradiciones) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes, el primer cabello que le cortaron en la peluquería... ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los trapos de cocina, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.
 Y guardábamos...  ¡¡Guardábamos hasta las tapas de los refrescos!!  los corchos de las botellas, las llavecitas que traían las latas de sardinas.  ¡Y las pilas! Las pilas pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil en un par de usos.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡Los diarios! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia, para limpiar vidrios, para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne o desenvolviendo los huevos que meticulosamente había envuelto en un periódico el tendero del barrio.
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer adornos de navidad y las páginas de los calendarios para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos reutilizarlos estando encendida otra vela, y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Con el tiempo, aparecía algún pedazo derecho que esperaba a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa. Nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Y hoy, sin embargo, deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir.
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de duraznos se volvieron macetas, portalápices y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza y los corchos esperaban pacientemente en un cajón hasta encontrarse con una botella.
Y me muero para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.
Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también hasta el respeto y la amistad son descartables. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.
Me muero para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. De la moral que se desecha si de ganar dinero se trata. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.
No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte en cuanto confunden el nombre de dos de sus nietos, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos en cuanto a uno de ellos se le cae la barriga, o le sale alguna arruga. 
 Esto sólo es una crónica que habla de tecnología y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a mi señora como parte de pago de otra con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que ella me gane de mano y sea yo el entregado... 

6 comentarios:

  1. Magnífico Galeano.
    Sobre las marcas y los valores escribió también Galeano:

    Marcas

    Un gesto de rechazo ante los vasos de agua común y corriente, y de inmediato el sommelier apareció en la mesa y leyó en voz alta la larga lista de aguas embotelladas.
    Los clientes probaron algunas marcas desconocidas en California, a unos siete dólares cada botella. Bebieron varias, mientras comían. Muy buena les pareció el agua Amazonas, de la selva brasileña, y excelentes las marcas españolas de los Pirineos, pero la mejor fue la francesa Eau du Robinet.
    Del robinet, del grifo, venían todas. Las botellas, etiquetadas por alguna imprenta cómplice, habían sido llenadas en la cocina.
    Este almuerzo fue filmado, con cámara escondida, en un caro y prestigioso restorán de Los Ángeles. Y se exhibió en televisión, en el show de Penn & Teller.

    Indicios

    No se sabe si ocurrió hace siglos, o hace un rato, o nunca.
    A la hora de ir a trabajar, un leñador descubrió que le faltaba el hacha. Observó a su vecino y comprobó que tenía el aspecto típico de un ladrón de hachas: la mirada, los gestos, la manera de hablar...
    Unos días después, el leñador encontró su hacha, que estaba caída por ahí.
    Y cuando volvió a observar a su vecino, comprobó que no se parecía para nada a un ladrón de hachas, ni en la mirada, ni en los gestos, ni en la manera de hablar.

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  2. Confirmen la autoría por favor.

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  3. Excelente, como todo lo de Marciano Durán. Esto también es parte de la parafernalia globalizadora que nos está dominando. Alguien, por supuesto amparado en el anonimato, y vaya a saber con qué propósitos - seguramente que algún dólar y/o euro debe asomar su cabeza en algún momento del emprendimiento - subió a la red esta crónica cuyo autor es realmente el Sr. Marciano Durán, adjudicándola al Sr. Eduardo Galeano, y la falacia se ha ido reiterando en la medida en que no nos preocupamos por confirmar la genuinidad de lo que se publica en Internet. El Sr. Durán tiene varias obras literarias excelentes, también es uruguayo - sobre todo floridense - y tiene su propia página, marcianoduran.com, que les sugiero visitar para comprobar que "Desechando lo desechable" - verdadero título de la crónica - le pertenece. Y ya de paso, acceder al resto de su producción, y también a la única vez que el Sr. Galeano dijo que la obra que más éxito popular le ha dado, no le pertenece, refiriéndose justamente a esta trasposición autoral. Saludos cordiales.

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    Respuestas
    1. Totalmente de acuerdo Sebinamar; tal vez no hay mala intención sino ignorancia; esto es obra de nuestro Autor Marciano Durán, uruguayo, floridense, pueden ver más crónicas en marcianoduran.com

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    2. Totalmente de acuerdo; el autor es Marciano Durán, no Eduardo Galeano, debe haber una confusión ya que los dos son uruguayos, Marciano es uruguayo, de Florida; pueden ver más crónicas en marcianoduran.com

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