Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

sábado, 15 de diciembre de 2012

El Diablo en Somos Jóvenes No 28

Revista mensual 198, agosto 2001
Eres tú quien deja las huellas que me orientan, eres la incógnita que quiero descifrar. No poder dibujarte o rozarte, más que una impedimenta, es el impulso que me desboca el sueño. Soy solo parte de de ese pasado que recopilo en el jardín de los libros para darte el aroma con que irrumpes en mañana. Llegará el instante en que —inevitablemente— he de quedar como el recuerdo de esa amistad incondicional que entrega una silueta a la que llamas, ya sé que dulcemente... El Diablo Ilustrado  

El cuerpo tiembla y la sonrisa queda muda.
Trepando en arco iris mi timidez y mi pasión,
me vibran frases sin sonidos:
estoy tendido ante tu piel, ante ti.

Saca la música de los cuerpos Santiago Feliú, le canta a esa desnudez que va más allá de esta simplemente sin ropas. Mucho prejuicio viene con los siglos sobre el sexo. Hay quienes lo separan del amor y buscan, como animales, saciar solo un instinto primario. Otros, por su parte, lo ven como algo pecaminoso, cual si el contacto de los cuerpos fuese una inmoralidad.
Dejó escrito W.H Auden que las iglesias junto a los burdeles atestiguan que la fe puede perdonar la conducta natural. Claro que esto lleva cierta dosis de humor, nada más deprimente y antinatural que vender el cuerpo. Quien se prostituye no se estima para nada y desconoce el tesoro de la entrega más pura del cuerpo.
Pero en el fondo de ese chiste de Auden hay una gran gota de verdad: la relación sexual es —o debe ser— algo muy natural.
Hay quienes tuercen, desfiguran, o hasta le otorgan morbosidad al sexo, y esto se lo debemos a creencias, a malas películas, a canciones, o al mercado mundial donde se expenden hasta instrumentos para el coito. Son cosas de mercaderes sin escrúpulos que aberran con su mal gusto y alejan al ser humano del infinito placer que conlleva la entrega total, la música de los cuerpos que se aman.
Dice un amigo trovador, en una de esas canciones que se hacen cuando el mundo no parece ir a la par de los sueños:
La sucesión de acordes
por tu empeine hacia arriba
me imanta hacia una herida delirante
es tu respiración
esa última verdad
que se lo juega todo al borde la vida
burlando este sepulcro de espejismos.

Protégeme de ser
un ajeno a mí mismo
sálvame con tu vientre
de esta hora de lobos y egoísmos
aunque se acabe mi canción
y no encuentre el final
y no aprenda el final
y no sepa el final
de tus abismos.

Y es que no se puede separar alma y carne, el verdadero acto sexual debe ser la más alta expresión de la compenetración entre dos seres humanos, esa que nos libra de dudas, de mentiras, de dolores; esa que nos lleva al éxtasis mayor, ese que brota de entregarse plenamente a alguien y recibir con la misma intensidad. Solo entonces los cuerpos se descubren y llegan al gozo mayor.
No la que das, la flor que tú eres quiero, escribió Fernando Pessoa, expresando que más allá de lo que se palpa es la esencia del ser lo que permite llegar a abrir ese misterioso cofre del tesoro que es el verdadero amor.
Dice un jaikus (poema breve japonés) de Sute:
¡Ah, qué caliente
la piel de una mujer,
la piel que esconde!

Llegar a ese más allá que es el espíritu a través de los cuerpos, conocer la caricia más honda, esa que viene de darse como ante la muerte, esa entrega absoluta que no conoce fronteras, es descubrir la felicidad. Allá los tontos que se conforman con el orgasmo primario, que practican el sexo como deporte.
Dice en sus versos Juan Ramón Jiménez:
Todas las frutas eran  de su cuerpo
las flores todas, de su alma.

Es la fusión cuerpo-alma la que produce la alquimia divina. No quiere decir que la pareja tenga que hacer primero una tesis para llegar al sexo, el tiempo no dicta el instante de la cama (o del colchón de hierba, o arena, o del peldaño de una oscura escalera). El instante lo indica la necesidad física que brota de la compenetración espiritual: la señal es creer que esa persona es el dios personificado, el ser en que se cree absolutamente, el que invita desde su mirada a la mayor sinceridad, el que nos hace a su vez sentirnos el dios de su altar.
También nosotros vivimos buenos tiempos
cuando el cuerpo sintonizaba con el alma,
y bailamos con nuestros amores sinceros
a la luz de la luna llena.

Lo esencial en el sexo es que se haga desde la pureza, aun cuando no exista un compromiso de eternidad. Lo importante es que sea un acto pleno, sin engaños, sin dobleces. Para que los cuerpos canten es necesaria la devoción espiritual, solo así se llega al sabor de la suave ternura, de la búsqueda en los cuerpos de razones existenciales y no el simple manoseo mecánico que ejercen quienes buscan un epidérmico gozo.
Vale más un segundo pleno que una vida a medias, sé profundo(a) y honesto(a) y natural. No vayas hacia el sexo con ecuaciones premeditadas, la fusión de los cuerpos es un acto de descubrimiento, una danza que se ejecuta desde la música que sea capaz de improvisar cada hallazgo en el alma del otro.
Un poeta griego, Kavafis, te deja mi mensaje final:
Vuelve otra vez y tómame,
amada sensación retorna y tómame,
cuando la memoria del cuerpo se despierta,
y un antiguo deseo atraviesa la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan,
cuando las manos sienten que aún te tocan.

Vuelve otra vez y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...
           


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