Fidel es un país

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____________Juan Gelman

martes, 12 de junio de 2012

Silvio, la poesía entre luces y sombras

Silvio en el corazón de Centro Habana. Foto: Iván Soca
Este domingo no pude asistir al encuentro con “El Ayatola” Rodríguez en los barrios, pero rápido me llega el correo del hermano Joaquín Borges Tríana, gran periodista e investigador de la revista El Caimán Barbudo, que sí asistió; aunque en este caso no ha escrito él, me remite un texto de Mónica Rivero publicado en Cubadebate; crónica que reseña con mucha sensibilidad y mirada aguda, sincera, no solo la actuación de nuestro gran trovador sino el contexto de ese barrio nuestro, con sus luces y sombras. A ratos me place reproducir textos útiles, aunque hayan sido publicados ya, pues en medio de tanto océano de informaciones muchas se pierden, y sé que los amigos que tengo en este rincón del universo siguen especialmente el quehacer de Silvio Rodríguez. 



Silvio en Miraflores: ¿Qué flores mirar? 
Por: Mónica Rivero

Presentación de Silvio Rodríguez, Trovarroco, Niurka González y Oliver Valdés en Miraflores, Boyeros; con el dúo Ondina, Malva Rodríguez y Víctor Casaus como invitados.


Esta es una crónica difícil de hacer para mí. Se anunciaba así desde que puse un pie en Miraflores, y percibí el ambiente, advertí el panorama. Una vez alguien me dijo que la prensa siempre resalta lo malo: catástrofes, atentados, muertes, accidentes, delitos y crímenes en todas sus variantes. Me pareció que en parte tenía razón. No soporto la crónica roja, no me gusta el sensacionalismo ni el morbo por la violencia. Sobre todo no me gusta la violencia. Tal vez por eso me cuesta abordarla como tema, pero no podía ceder a la crisis que implica silenciar algo ante la dificultad o la contradicción que entraña. No puedo de ninguna manera evocar el concierto de Miraflores y, de un plumazo, deshacerme del hecho real, triste, doloroso, de que un muchacho resultara malherido en el rostro, a unos veinte metros detrás del escenario donde hacía apenas minutos un trovador interpretaba música para él y para quien lo atacaba con filo.
Fue un “ajuste de cuentas”. “Donde hay desquite no hay agravio”, parafraseó una muchacha, con aire de resignación, como si se tratara de una ley suprema e incuestionable. Una ley dura, bastante antigua y elemental por cierto; nada exclusiva de este lugar, aunque esto no resta gravedad a los hechos. “…Viene de antes, se sabía que tarde o temprano iba a pasar”. “Ahí está: eso son nuestros barrios”, escuché decir.
¿De dónde son los muchachos del incidente? El concierto se celebró entre una escuela devenida edificio de apartamentos cuyos moradores han comenzado a pagar poco a poco, algunas otras viviendas, y albergues que conforman una pequeña comunidad de tránsito que, como en Lugardita y Santa María del Rosario, donde estuvimos hace unos meses, la gente “sabe cuándo llega, pero no cuándo se va”. También aquí hay problemas con el agua potable. Los vecinos se quejan de las filtraciones en sus casas, y de no tener establecimientos de comercio ni rutas de transporte público cerca. La explanada donde se colocó el escenario está siempre llena de basura. “Pero la recogieron porque venía Silvio. ¡Si Silvio llega a venir aquí como estaba esto! Ojalá todo se quedara así, pero eso es un sueño. En unos días va a estar igual”, dice Mercedes. La gente reveló ayer algunas dudas. No entienden que se haya asfaltado finalmente ese terreno, cuando hace más de diez años estaban pidiendo que se hiciera una calle que llegara hasta allí. De pronto, un día antes del concierto, todo el mecanismo se destraba.
Foto: Iván Soca
Aquellos muchachos estaban entre un grupo de gente sentada detrás del escenario, de espaldas a este. Yo quería saber, me preguntaba por qué permanecían como si nada estuviera pasando allí, por qué no se reunían, como tantos, del otro lado, donde los artistas se veían, donde se escuchaba bien.
Una niña había tocado para la comunidad, habían sonado flauta y piano, y Silvio Rodríguez (nada menos que Silvio Rodríguez) iba a cantar. Pero aquel grupo permaneció siempre de espaldas, antes y después del incidente. El concierto para ellos estaba en otra dimensión o, simplemente, no estaba. En el público otros disfrutaron de la presentación, que nunca se interrumpió, desde el comienzo pidieron canciones, y como siempre algunas otras al final.
“Ahí esta: eso son nuestros barrios”. ¿Nuestros barrios son eso? No lo creo. Eso forma parte de lo que son, expresa vivencias, condiciones de vida, manifiesta inseguridad, necesidad de demostrar posturas, pretendida calidad de honor, respuestas desesperadas al miedo, en la ilusión de que no se tiene nada que perder. Pero en ese barrio vive también Yaneisy, que anoche se sintió “de 16 años, super realizada, como cuando iba desde aquí hasta la Universidad de La Habana a escucharlo allá. Cosas como esta es lo que necesitamos”. Vive Enrique, plomero: “Estoy muy complacido: él me llenó. Silvio ha llegado hasta nosotros, lo que ha hecho es traer la música a nosotros, la gente del pueblo, que no podemos pagar la entrada a muchos lugares”. “La gente que trabaja, en la vida real”, en palabras de Yaneisy.
Decir que “nuestros barrios son eso”, sugiere un “solamente” equivocado, implica demasiado que son exclusiva y enteramente eso. Un hecho así es muy impactante, provoca tal vez más conmoción, pero decir que ese episodio resume lo que son nuestros barrios, eclipsa lo mucho y bueno que sueña gente de allí, gente que quisiera poder hacer algo para que eso no sea siquiera parte de lo que son.

CUBADEBATE. Contra el Terrorismo Mediático
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